Esas dulces palabras que deberían saber a cielo, pero que, gracias a ti, tienen sabor a veneno. Si supieras lo que siento, si me entendieras, si te pararas a leer lo que dice mi mirada, si pudieras leer mi mente, te darías cuenta de lo patética que soy: soñando que lo que deseo se puede hacer realidad.
Cuando mis ojos se posan en los tuyos, una sonrisa burlona se dibuja en tu cara, dejando paso a la sonrisa más dolorosa y cruel. No se puede volver el tiempo atrás. Mi razón no hace más que decirme “olvídalo”, pero mi corazón no puede.
Tú me provocaste, me heriste, me desordenaste y ahora lucho una batalla que no podré ganar.
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